lunes, 14 de noviembre de 2016

Texto de apoyo y TP Unidad IV.

Las teorías que prescinden o reducen el valor explicativo del concepto de clase social son dominantes en el pensamiento social contemporáneo.  Vamos a hacer un somero repaso de los principales objetores del concepto de clase y su relación con los procesos de movilización social.

El primer gran teórico en afirmar que “el marxismo carece de una teoría de la acción” y que la sociología del conflicto derivada del marxismo tiene una marcada deficiencia para entender la movilización social (MS) es Alain Touraine, uno de los más tempranos desarrolladores (principios de los 70) de la teoría de la sociedad posindustrial (hoy convertida en el sentido común como sociedad del conocimiento y los servicios, etc.).  En mi libro van a ver que esta objeción de Touraine al marxismo es injusta y prescinde de la rica tradición de pensamiento atado a la acción cuyos principales exponentes son Lenin, Mao, Stalin, Luxemburg, Gramsci, Labriola y Korsch, por nombrar solo algunos. Es el marxismo académico y el estructuralismo los que quizás más evidentemente encajan con las críticas de Touraine.  Touraine es el primero en teorizar la especificidad de la categoría “movimiento social”: a diferencia de las luchas por decisiones tìpicamente protagonizadas por partidos y sindicatos, los MS pugnan por “cambiar la orientación cultural”  y la “historicidad”. No se preocupan tanto de recursos y poder de los que dependen las decisiones, sino de los procesos de subjetivación y de los valores y orientaciones culturales y por tanto se dirigen a la autonomía y la identidad al cuestionar prácticas y normas del statu quo.

En el esquema de Touraine, mientras la categoría clase alude a “posición”, MS alude a “acción” y “reflexión”.  La “nueva sociedad” abre un espacio a los conflictos el el control de la historicidad y la subjetividad sobre la base de 4 fenómenos: 1) el conflicto se generaliza y no deja ámbitos que se sustraigan a él (la subjetividad y la cultura se dirimen en todo: ni la ciencia, no la técnica, ni la vida privada. “Todo lo personal es político” era el slogan feminista). 2) Los protagonistas no se articulan por intereses sino por identidades y luchan por autonomía, identidad y libertad. 3) Los que entran en conflicto son los que no encajan en el gran orden integrado de las corporaciones económicas y poder tecnocrático estatal. 4) La crítica al orden no proviene de las clases ni apunta a un centro de lo social, un núcleo decisivo, sino es un crítica difuminada que corroe todos los ámbitos de la vida social.

Aunque estas ideas fueron forjadas al calor de la declinación de las izquierdas tradicionales y el socialismo y el sindicalismo en Europa, sin dudas todavía hoy suscitan controversias.

Otros objetores más recientes como Furbank  trabajan con la idea de que no hay “objetividad” posible en el concepto de clase. El análisis histórico muestra que el uso que hacen los actores sociales de los modos de enclasar, desclasar o reenclasar, son siempre interesados y pragmáticos. La gente clasifica a otros según su conveniencia y no según verdades o elementos objetivos. Por eso hoy un obrero que gana bien puede considerarse de clase media y querer conocer Miami por poner un ejemplo banal o un gerente de una multinacional puede presentarse como un esforzado empleado capaz y el dueño de una gran empresa puede pasar como un talento ejemplo de perseverancia comparable a cualquier persona que “empiece desde abajo”. Incluso como en el caso de Macri o Trump se pueden presentar como esforzados defensores de los imperios económicos que heredaron y hasta honestamente preocupados por el destino de sus pueblos. Es interesante observar que la autoatribución de clases superiores no los deslegitiman sino los colocan en el lugar del “desinterés” y la “filantropía”: trabajan por los otros porque no necesitaron trabajar para sí mismos. En los focus groups de sondeos electorales surge con fuerza un razonamiento que no por sorprendente es menos difundido: “con qué necesidad va a meterse en este quilombo si ya está hecho, por lo menos se que no viene a currar como los demás”. Por supuesto esta idea típica de clases medias ansiosas por sacarse de encima el intervencionismo estatal puede ser reemplazada por otras en otras circunstancias (el niño rico, el vago, el hijo inútil de Franco, el que hizo la plata currando con la patria contratista, etc.). Es decir, la atribución de clase funciona siempre en un régimen discursivo que no tiene en cuenta ninguna objetividad de base y siempre está presta a acomodarse a la propia conveniencia. Para ver una crítica a este punto de vista “pragmático” de clase ver mi texto en pags. 122-125.

Otros como Pakulski plantean dos grandes evoluciones de la sociedad del capitalismo avanzado: multiplicación de las fuentes de diferencias (etnia, sexo, edad, cultura, religión, educación, etc.) y mayor nivel de movilidad o menos barreras o límites entre grupos sociales. Así, se desdibuja la sociedad de clases y los grupos importantes desde el punto de vista explicativo pueden cada vez más no ser clases.

Finalmente vemos las teorías posmarxistas y posestrcuturalistas como la de Laclau: la clase objetiva no determina nada en la vida social. La “negatividad” social nunca es una fuerza estructural que anida en un nivel de la objetividad social, sino que es una construcción de sentido.  El salario no significa directamente “explotación” si no es como una construcción dadora de sentido tal como "la injusticia, el robo, el abuso, etc."  Ni siquiera el “hambre” tiene valor social objetivo ya que puede ser significada como “escasez natural”  “maldición de los dioses”, “castigo divino”, etc. y no acarrear consecuencia histórica alguna. Es decir, la lucha de clases es también un régimen de discurso del antagonismo (negación identitaria) junto a otros (raza, sexo, etc.).  Los extraordinarios aportes de Laclau sobre los que Uds. tienen que reparar son básicamente la lógica de la equivalencia y la lógica de la diferencia. Por la primera, el antagonismo frente al poder que excluye múltiples grupos, articulan el pueblo haciendo posible la acción contestaría. Por la segunda, el poder intenta brindar respuestas diferenciales para disgregar e impedir la constitución del pueblo. Todo proceso de movilización incluye ambas lógicas. El valor de Laclau es que los procesos de movilización siempre están asociados a la constitución de lo popular, del pueblo, de la plebs, lo plebeyo, y su negación por la elite, la oligarquía, el antipueblo, etc.  Estos procesos son siempre discursivos y operan por condensación de significantes vacíos. La sensibilidad de Laclau a estas retóricas que son la sustancia misma constitutiva del antagonismo hace que su contribución conceptual sea muy productiva. En todos los movimientos o casos de movilización que Uds. van a tomar es necesario prestar atención a los procedimientos de negación identitaria y antagonismo,  las lógicas equivalenciales, y la articulación con lo popular.

TRABAJO PRACTICO
Elija una consigna

1) Según su lectura de Touraine, tomando en cuenta los procesos de movilización social en nuestro país de las últimas décadas, se puede hablar de “pugnas por la historicidad y la subjetividad”. ¿Cómo caracterizar las luchas por la orientación cultural? ¿Las luchas sociales siguen siendo predominantemente clasistas?

2) Tomando el texto de Laclau: proponga ejemplos contemporáneos en nuestro país de constitución retórica del antagonsimo y la negación identitaria bajo la lógica de la equivalencia.