viernes, 4 de mayo de 2012

DEVOLUCION TP 1

DEVOLUCIÓN TP 1

Parte A
1) Antonella Martinenghi hace un excelente aporte con una cita de Durkheim que me gustaría conocer la referencia exacta. El ejemplo de los cacerolazos es especialmente adecuado de paso de una acción no focalizada a focalizada. Sin embargo hay que aclarar que el origen de esta conceptualización no es de Tilly sino de Goffman y que este último no la había pensado en absoluto para analizar acciones colectivas sino situaciones de interacción cotidiana: en la interacción no focal la gente tiene conciencia de la presencia de otros pero no hay reciprocidad de comportamientos sino señales como la desatención amable, la preservación de la distancia social adecuada, etc. Al focalizarse, la interacción se hace recíproca y si surgen acciones comunes, coordinada. Por supuesto, cuando esta coordinación se extiende en el tiempo se convierte en movimientos, organizaciones, etc., el motín o la rebelión se perpetua en ellos. Por lo visto, la visión de Durkheim es mucho más clásica: las acciones de masas focalizadas siempre son puramente reactivas, inestables y transitorias y destinadas a extinguirse en la memoria y ser absorvidas por la normalidad.

2) Pato Prado bien en señalar “El conflicto del sector agropecuario representó los múltiples intereses particulares en un marco que expresó el interés general de gran parte de la sociedad argentina” aludiendo al elemento “interés” que es un factor necesario de movilización en Tilly. Regina Vidart también enfatiza el mismo punto con acierto, pero hubiese sido muy bueno desarrollarlo algo más: ¿cómo hicieron las patronales para unificar intereses diversos (incluso de grupos de izquierda y piqueteros) en torno a un reclamo puramente económico?. Hay cierto déficit para abordar las “estructuras de movilización de recursos”. Sobre esto está muy bien la puntualización de Anaclara que menciona a los medios de comunicación como parte de las estructuras de movilización.

3) Haydee Viviana Yovine caracteriza correctamente el surgimiento de los piqueteros pero comete el error que expliqué en clase de confundir las tensiones estructurales con la conductividad estructural (que se refiere a las facilidades para propagar, difundir o organizar el descontento y se relaciona con la posibilidad de agrupar gente descontenta en lugares y tiempos, con la apertura de los sistemas políticos, medios masivos, derechos de expresión y protesta, etc.). El tema de las creencias generalizadas es interesante: el tema de los piqueteros comenzó a tener legitimidad cuando se empezó a generalizar la idea de que el libre mercado y las privatizaciones no eran la solución sino el problema.

4) Jessica Gavillon brinda un excelente ejemplo de contagio social con el caso de la gripe A. Pero el ejemplo del 2001 como histeria colectiva es para debatir: a mi juicio le falta el elemento ambigüedad: ella misma reconoce que la gente tenía plena conciencia de quienes eran los responsables. Sí hubo intentos de crear situaciones de histeria a través de los saqueos a supermercados y las versiones de saqueos (más que los saqueos en sí mismos).

5) Matías Figal toma en cuenta las categorías de Blumer con precisión y afirma que el Occupy Wall Street encaja mejor en la “multitud en acción”, dado que el “acontecimiento” movilizador es uno que provoca “indignación, ira y deseo de actuar”. Es excelente la apreciación de que la actividad cotidiana del acampe permite introducir la noción de norma emergente para explicar las nuevas normas sociales que van surgiendo en estos procesos, y que tampoco están ausentes los cálculos de costos y repercusiones. Me cabe agregar solamente que en la ocupación del Zuccotti Park seguramente aparecen más tipos de “multitudes” no despreciables: los trenseúntes que pasan y los curiosos que se acercan a mirar e incluso interactuar con los acampantes, las audiencias televisivas que presencian en sus casas, todos ellos pueden pasar de multitudes accidentales o convencionales a multitudes también actuantes. En este punto es importante saber cuál fue o cómo analizar las reacciones de esas otras multitudes en el momento de desalojo o represión del movimiento.


6) Anaclara Mona presenta una caracterización perfecta salvo por lo de “pasiva”: el carácter o no de activo o pasivo se define por sí acepta o no también la parte punitiva ademas de la preceptiva de la ley, es decir, si acepta o no ser castigado por la desobediencia en la que incurre. En el caso de los acampes se presume que intentos de arrestos o procesamientos serían rechazados o resistidos por lo que la DC sería en este caso “activa”, tal como certeramente advierte Agustin H. quien también ofrece una precisa  caracterización de los acampes como acción de desobediencia civil.
Lucrecia Kasic describe perfectamente los acampes docentes como desobediencia civil. Es sagaz la observación de que suponen también “huelga” y que ésta es una acción omisiva y no comisiva. Olvida caracterizar si es pasiva o activa.




Parte B
1) Jessica, Prado, Agustín, Antonella y Yovine no ven contradicción recurriendo al canónico (estamos cercados por una “patota” estalinista, con perdón de Stalin, ja ja) expediente de “clase en sí” y “clase para sí”. Pero a mi juicio persiste la cuestión: de dónde sale la “objetividad” de la clase en sí. Es evidente que si la historia es la historia de la lucha de clases, en la historia siempre hay clases para sí que luchan. Y si siempre hay clases para sí que luchan y hacen la historia, las “clases objetivas” “en sí” serían también frutos históricos de esas luchas y no al revés. Queda entonces la pregunta: la historia la hacen las clases como estructuras objetivas o la hacen las clases efectivamente existentes “para sí” que luchan entre sí. ¿Es posible la existencia de estructuras objetivas económicas previas a la misma lucha?. ¿Es posible que la “clase para sí” sea la simple concientización de la entelequia de una “posición objetiva”?. ¿Es posible pensar una historia “en sí” de las estructuras económicas previa a las luchas concretas?. Extrañamente, pero no casualmente, el esquema en si-para si es semejante al weberiano: primero hay una situación de mercado y luego hay factores culturales o subjetivos que permiten la acción comunitaria “conciente”. El marxismo doctrinal se reserva el papel de “verdadera conciencia fundada científicamente de la clase “en si” obrera” como si los oprimidos no tuviesen historia previa o no hubiesen sido capaces de intervenir en ella y tuviesen que esperar que el “para sí” les venga de afuera. No hace falta remitirnos a E. Thompson para encontrar ejemplos de que había luchas de clases sin clases en los Siglos XVII y XVIII, como ejemplo de la falacia histórica de estos esquemas abstractos e idealistas del en si y para si.
La afirmación de Pato de que la primera afirmación designa cómo se originan las clases es claramente falaz. La propiedad burguesa no desciende de estructura alguna sino que es en todo caso la cristalización de derechos rudamente ganados con luchas contra los señores y los campesinos que siempre se opusieron a ella. El cercamiento de tierras que posibilitó la liberación de fuerza de trabajo para las fábricas también conoció mil batallas. Los historiadores modernos tienden a comprender a las mismar relaciones de producción como procesos históricos en los que la lucha de clases está presente de entrada y no de salida.
La respuesta de Lucrecia es algo extraña comienza negando que haya contradicción pero luego resueltamente acepta las frases de Marx y los clásicos (Lenin, Mao, Gramsci) relativas a que las clases se constituyen en la lucha y que son las presiones de otra clase y las exigencias de los antagonistas las que le dan consistencia de clase. Pero de nuevo permanece sin definir lo esencial: si la lucha se limita a hacer conciente y unificar a las clases ya existentes como posiciones objetivas, es redundante, pinta el verde sobre el verde preexistente y no es auténticamente “constitución de clase”, además de que permanece inexplicado cómo es que las personas llegaron a distribuirse en esas posiciones objetivas.

2) Regina Vidart puntualiza bien el desacople que persiste en Weber entre situación de mercado y acción comunitaria, pero olvida abordar como pide la consigna “qué pasa con la lucha y el conflicto en Weber”. Todo parece transcurrir entre intereses y prestigio sin mediar ningún antagonismo. Creo que el gran aporte del marxismo es justamente el haber introducido la lucha de clases como clave de inteligibilidad de la historia, aunque lo haya hecho de manera condicionada por supuestas “leyes del valor” y la acumulación, que desde ya, no pueden analizarse aisladamente como entelequias al márgen y previas a los procesos de lucha. Como señala Figal las luchas de clases no ocupan un lugar en el esquema weberiano: parecen meros epifenómenos o productos de combinaciones de situaciones de mercado y atributos culturales.