DEVOLUCION
TP 2
Muy interesantes los aportes y las observaciones. Acá van mis contribuciones que se suman a las de Uds.
Roberto
Cassaglia afirma con gran razón que antes de peronistas debe
referirse a pobres ya que, en tanto pobres, representan una clase, es
decir, una situación típica de intereses semejantes. Mientras para el marxismo
los pobres no serían una clase, si lo pueden ser para Weber. El análisis es aún
más certero cuando hace ingresar al peronismo como componente causal de la
acción colectiva: una condena del estado de cosas existente y, más importante
aún, su articulación con una solución que implica la transformación de
éste (la justicia social, la inclusión). Putos aparece como componente
estamental y comunitarista a partir de la identidad sexual. Es claro que además
aparece la dimensión “partido”: ¿la inserción en el peronismo significa voluntad
planificada de conquista de lugares de autoridad? y por tanto no serían un
movimiento social típico.
Javier Nuñez retoma la “marginación extra del conurbano” que
diferencia PP con otras agrupaciones homosexuales: PP deben llevar el
componente de clase a situaciones en las que no gozara de centralidad
discursiva. Cabría agregar aquí que el “corte de clase“ significaría
simultáneamente una denuncia acerca de la pretensión de monopolio clasemediero
de “la identidad homosexual” sintetizada en “gay”. Es acertada la referencia a
la contribución al antagonismo ya no en tanto organización sino también
exponiendo las dimensiones de ese mismo antagonismo que ahora se “politiza”, y
que se refleja en el autodenominarse peronistas/kirchneristas. Es interesante la referencia a la cadena
equivalencial de Laclau, tema que veremos más adelante, lo que obliga a pensar
la dificil cuestión de la interseccionalidad de las determinaciones de clase,
género, raza, etc. ¿Las demandas laborales, de protección social, de derechos
civiles, tienen una articulación de género que las diferencia de la de los
varones y mujeres?
Juan Pablo Zamora también parte del tríptico
autodefinicional: Pobres, Putos y Peronistas, que remiten a clase, estatus y
partido respectivamente. Es interesante
la referencia a la conciencia de clase para sí:
piensan la homosexualidad no en abstracto sino “cómo parte del pueblo” y
como un “tener conciencia de la posición de desventaja” que es la conciencia de
clase.
Arturo García Fernández, a contramano de los anteriores,
parte de considerar que PP son un movimiento social sobre la base de sus
aspectos no convencionales: la elección colectiva de lo que se colocaba en la
segunda bandera. Sin embargo, siendo esto cierto también lo es que la identidad
de peronista podría estar implicando una voluntad de organizarse para disputar
poder lo que nos llevaría a pensarla como partido como se reconoce al final en
el post: PP se ubican dentro del PJ. Por otra parte, este rasgo movimientista
podría estar perdiendose porque la
acción y demanda de los “putos peronistas” (el reconocimiento y el aval social
a la condición de ser homosexual) encontrarían un canal de legitimación dentro
de las instituciones estatales a partir de la legalización efectiva del
“matrimonio igualitario”. Esto dependería de qué otras demandas y con qué
formas de organización y acción enfrenten nuevos antagonismos. Es excelente el
detenerse en la consigna de la bandera: “para que reine en el pueblo el amor y
la igualdad” porque por un lado es un lema político tradicional icónico del
peronismo y por otro los situa lejos de la formulación de derechos o
aspiraciones diferenciales de género. Ya no se trata de ser más pobre que puto
o al revés, si no que ambas cosas parecen subsumirse en esa tradición de un pueblo
que cultiva el amor y la igualdad. Está también bien marcado el carácter de
conciencia de clase como conciencia de que la elección sexual y el modo de vida
están fuertemente atravesados por las condiciones materiales de vida y los
intereses antagónicos que emergen de ellas.
Mónica Lampes como Arturo piensa que la acción no está
organizada bajo la estructura de un partido por sus características de
horizontalidad, no estabilidad, etc. Cabría preguntarse qué significa entonces
su adhesión al peronismo: ¿sería solo una identidad simbólica, no habría
vocación de lucha política?, no lo parece. Lo que enseñan colectivos como PP es
que la diferencia entre movimientos sociales y partidos u organizaciones
formales a veces es difusa o confusa. Está bien marcado en el post que PP
introduce de manera directa la determinación clasista en la problemática de la
homosexualidad y la identidad de género. Se podría agregar que introduce
también la “politización” de la identidad de género: con qué proyecto de
sociedad, con qué otras demandas, con qué otras agendas reivindicativas, con
qué otras identidades se tienen que articular las de género, esta es una
pregunta política por excelencia.
Yamila Macias es algo confusa y demasiado escueta al
plantear la cuestión de clase para los PP utilizando el concepto weberiano.
Pero alude también brevemente a un tema importante: en qué medida la lucha de
PP es una lucha de clases. Aunque queda sin una respuesta. Para ayudar a
esclarecer esta cuestión se podría preguntar: cómo se devalúan los capitales
educativos, de calificaciones, ocupacionales, sociales e incluso patrimoniales,
en función del género asumido. Es decir, habría que preguntarse por las
implicancias clasistas del género, de forma tal que luchar por el género
simultáneamente es luchar por objetivos clasistas.
Agustina Bogliano aborda la cuestión de la resignificación
de “puto”, “trabajan en una reinvención de sí mismos” y lo relaciona con
acierto con la cuestión de la clase para sí, aunque no hay un mayor desarrollo
de la idea.
Carla Mansilla se basa en la cuestión de la constitución de
la clase por la lucha y apunta a que PP solo ve salidas por medio de la
organización política. Sin embargo, esta idea correcta habría que darle
contenido empírico: contra quién luchan, de qué modo, en función de qué ejes
reivindicativos, como construyen su antagonismo frente a otros.
Este es justamente el punto que con mucha perspicacia retoma Diego Bongianino: la alteridad que se
constituye en oposición a los “otros”. Señala con total acierto que el caso de
PP va a contramano de las afirmaciones weberianas de que los colectivos se
constituirían guiados por afinidades comunes y por estilos de vida compartidos:
en PP la orientación sexual común, las fuerzas de la homogeneidad, no alcanzan
a explicar la organización. Es el conflicto colectivo frente a otras clases que
atraviesa la vida individual -violencia policial, explotación sexual,
marginalidad y discriminación- el ser “puto y pobre” es lo que los hace “verse
obligados a sostener una lucha común”. Es en el momento en que se entra en
lucha en que se tiene necesariamente que pensar dónde se está y qué se es en la
dinámica de ese antagonismo.
Gabino Rebagliati vuelve al esquema de pobres=clase,
putos=estadus, peronistas=partido, y se detiene en la necesidad de experiencias
culturales comunes y de vivencias comunes que los hacen concientes de su
situación de pobres y marginados, como condición necesaria para su
movilización.