martes, 20 de septiembre de 2016

Texto de apoyo Unidad 3. parte B

TEXTO DE APOYO TEXTOS DE OFFE, TARROW, MacADAM Y AMPARAN

Todos estos textos  contribuciones  influyentes para el estudio de los movimientos sociales en los países de capitalismo avanzado y brindan las herramientas más básicas para comprender los procesos de movilización. Ergo, todos suministran elementos para ser aprovechados en las monografías finales.
En el caso de Offe tratando de explicar la especificidad de los “nuevos movimientos sociales” (NMS: feminismo, ecologismo, pacifismo, contracultura) de cara a la crisis del estado de bienestar keynesiano (EBK) y al sistema político basado en el dispositivo electoral y los partidos políticos electoralistas. Offe es el primero en conceptualizar de modo categórico procesos como la “mercantilización de la política” entendida como conquista del voto, y sus relaciones con la “politización de la economía” exigida por la colusión entre el EBK y los grandes monopolios privados. De manera diagonal los NMS buscan meter una cuña entre ambos procesos en tanto “politización de la sociedad civil” que se hace a expensas del estado y los partidos políticos y se opone a las consecuencias de la mercantilización y del imperio de los monopolios. Así los NMS introducen una ruptura respecto de un principio fundamental de la política democrática desde la Rev. Francesa: la separación de lo público y lo privado. La politización de la vida privada es un leit motive de todos estos movimientos. “Lo personal es político” proclamaban las feministas. Las formas de vivir, sentir, etc. son objeto de las acciones y discursos de los NMS que no se preocupan de los conflictos de primer orden relativos a la distribución, la seguridad, el crecimiento, sino de los conflictos de 2do. Orden que los hacen posibles: contaminación, carrera armamentista, alienación, consumismo que transfieren los costos a la población civil. Otro punto importante señalado por Offe es el de los resultados o rendimientos (exitos substancia, procesal o político) de este tipo de lucha no convencional que ensayan los movimientos y los mecanismos de neutralización que se ensayan desde el poder político (vaciamiento y cooptación).
El texto de McAdam, McCarthy y Zald resume los tres conceptos centrales de cualquier análisis de movimientos sociales: estructuras de movilización, oportunidades políticas y procesos enmarcadores. Qué tipo de recursos y plataformas sociales son el soporte inicial de la movilización, qué coyunturas o eventos políticos o de otro tipo aprovechan para maximizar sus  chances y qué significados y cómo intentan insertarlos en el juego social y político para movilizar el consenso y lograr las transformaciones. Los conceptos de superación del "error inicial de atribución" y de "ventanas de oportunidad" son muy importantes.
"El poder en movimiento" es un texto clásico de la sociología contemporánea de los movimientos sociales. Muy influído por los trabajos históricos de Tilly, Tarrow intenta una sistematización del enfoque de la movilización de recursos. Comienza rescatando los aportes del marxismo: Marx por lo insoslayable del conflicto estructural; Lenin por el papel de la organización y su combate a las concepciones espontaneístas; y Gramsci por la necesidad de un marco de significados y sentidos que aglutinen, permitan pesuadir audiencias y sumarlas a la lucha. Según el planteo de Tarrow los movimientos sociales son formaciones colectivas no convencionales que pretenden llevar adelante luchas mediante la movilización de recursos externos preexistentes y mediante la movilización del consenso de sectores amplios de la población hacia determinadas demandas de transformación.
Este patrón de movilización social y cognitivo da lugar a lo que se llama repertorio modular de la acción colectiva en la modernidad (petición pública, general, indirecta, interpelando sectores sociales o estados y no personas, boicots, petitorios, mitines, barricadas) que se diferencia claramente del repertorio convencional premoderno (motines de granos, la petición privada, revueltas campesinas, religiosas, etc.).
Uno de los aportes más importantes es el Cap. 6 sobre los elementos analíticos de la acción colectiva desafiante. Estos se pueden ordenar por pares que entran en relaciones contradictorias entre sí lo que le da al análisis un interesante dinamismo.
El primer elemento es el desafío: toda acción no convencional de carácter contencioso tiene la pretensión de desafiar a poderes superiores. Estas acciones ponen en cuestión de maneras más o menos indirectas dicho poder.
Para inquietar al poder se usan dosis no de violencia directa sino de amenaza o insinuación de violencia que podría generalizarse. Este tipo de violencia gestual es un arte de manejo difícil que busca no dejar pretextos para la represión y que busca sobre todo preservar la llegada del mensaje de los movilizados a otros sectores sociales más amplios.
Pero para ello deben arriesgar otro elemento importante de los movimientos: la solidaridad. Si los desafíos son muy manifiestos, los públicos que deben ser conquistados (“movilizar el consenso”) para fortalecer la lucha pueden retraerse o colocarse en contra de los movilizados. Sin solidaridades masivas los movimientos tienden a ser derrotados. La meta fundamental  de los movimientos sociales es conseguir la movilización del consenso. Para ello la administración homoeopática de la violencia y los gestos de amenaza y generalización en la movilización, debe producir un efecto fundamental para el éxito: la incertidumbre. Las formas esquivas, indirectas de administración del desafío y la violencia constituyen “formas disruptivas” mediante las cuales las elites quedan maniatadas: todo lo que hagan es peor para ellas; si reprimen es peor y si negocian también es peor. Los efectos disruptivos son perseguidos a través de unas tácticas de innovación en los repertorios, se toma un repertorio ya lo suficientemente aceptado como para que no sea aislable y reprimible y se le hacen modificaciones de las que se espera aumente su potencial desafiante y surjan los "efectos de incertidumbre".  Todo movimiento social debe enfrentar los dilemas de la acción colectiva: si quiere generar incertidumbre, amenazar con ampliar apoyos, con radicalizar sus capacidades de perturbación del orden público, suscitar amplia solidaridad y aislar a los oponentes, extender en el tiempo y el espacio la confrontación, etc. debe sacrificar en medidas exactas el recurso a los repertorios convencionales de lucha, evitar elevar los niveles de desafío que pongan en riesgo los niveles de solidaridad y cohesión alcanzados, innovar e introducir elementos disruptivos sin generar deserciones ni desconfianza, etc. Mahatma Gandhi y Martin Luther King han sido los maestros precursores de este tipo de lucha que tiñe hoy día al conjunto de los movimientos sociales. Otro autor, Cohen, ha denominado “principio del radicalismo autolimitante” a este tipo de posturas estratégicas que incluso pueden verse también en las luchas del zapatismo mexicano.
La incerteza acerca si el apoyo que la sociedad brinda al movimiento es alta o baja, de si las elites son capaces o no de reprimir y si reprimen la violencia y la movilización serán mayores, y si no reprimen y negocian el movimiento crecerá, etc. es el alimento político que hace crecer los movimientos. Esto es importante, porque ningún movimiento social busca una victoria mediante un acontecimiento decisivo de rendición de sus oponentes, sino una lucha de desgaste donde el éxito en alcanzar las reivindicaciones “cae de maduro” en algún momento por la movilización del consenso.
Otro patrón específico de la dinámica de lucha mediante la acción colectiva disruptiva es evitar la polarización del conflicto y el aislamiento. Un conflicto muy agudo que no permita movilizar consensos más amplios tiende a hacer valer los mayores recursos de poder de los dominantes. Si se pierde la potencial solidaridad de conjuntos sociales amplios con los movilizados, estos llevarán las de perder. La radicalización y la violencia suelen conllevar estos riesgos: aislamiento  y predecibilidad que impide alcanzar el efecto de incertidumbre.
Finalmente, es necesario entender esta dinámica para caracterizar los ciclos de protesta: los movimientos suelen activarse y desactivarse cíclicamente y masivamente. El fenómeno de superposición de movilización/desmovilización de grupos que no tienen mucho que ver entre sí (ciclo ascendente/ descendente) obedece a que las movilizaciones de unos grupos pueden generar oportunidades favorables para otros grupos. La multiplicidad de movilizaciones tiene un típico efecto de incertidumbre. Pero al mismo tiempo que las movilizaciones se multiplican y repiten, agotando su arsenal innovador, se van convencionalizando y con ello va reduciéndose su potencial disruptivo, por lo que sus efectos son decrecientes. Cuando ello ocurre en algún momento comienza a desincentivarse la solidaridad o la capacidad de movilizar y el ciclo se revierte. En definitiva como en tantas otras cosas también el éxito de los movimientos que lleva a convencionalizar el repertorio de acción y generalizar la solidaridad, explica a la postre su ocaso.
Por último, pero no menos importante, el texto de Amparán ofrece una versión sucinta de uno de los desarrollos más sofisticados de la teoría de la acción colectiva como “movilización del consenso”: la teoría de los marcos interpretativos.
El Marco es el conjunto de creencias y significados orientados a la acción y alude al papel de elementos culturales e ideológicos en los fenómenos de transformación de la acción colectiva a movimiento social. Es decir, a qué elementos de los sistemas cognitivos y culturales apelan los movilizados para conquistar el consenso de audiencias y públicos masivos y movilizarlo. El análisis de procesos de enmarcado entonces apunta a la lucha en torno a la definición de problemas, soluciones y acciones estratégicas que proponen los movimientos con el cual buscan “persuadir” o moldear las formas de percepción social sobre determinados asuntos.
Las funciones de los enmarcados que proponen los MS son: a) puntualizan, señalan, ordenan, captan, descifran; b) atribuyen, imputan, acentúan, direccionan, conciben salidas o metas; c) articulan, unifican acciones y experiencias. Es decir condensan y simplifican “el mundo que está ahí”.
Los movilizados pugnan por el “Alineamiento de Marcos” con los grupos, o audiencias que les interesan conquistar. El alineamiento son los esfuerzos de acercar, sintonizar o poner en correspondencia y congruencia ideas, valores, creencias, intereses, definiciones de situación de los MS y sus impulsores con los de un grupo o conjunto de individuos “potenciales” militantes, simpatizantes o apoyos.
Hay 4 procesos de alineamiento de acuerdo a la distancia inicial entre los marcos de los movilizados y los marcos de los destinatarios.
a)      Puente: enlaces o conexiones entre dos marcos altamente congruentes pero hasta ese momento separados. Apela a un inmediato compartir de injusticias o agravios. Sensibilización y reacción inmediata que permite métodos de difusión masivos y con elevado anonimato: redes, correo, firmas, listas. Ej.: una catástrofe ecológica en un barrio obrero permite linkear demandas sociales con ambientales. Una serie de ataques sexuales puede unir marcos de género con marcos de seguridad. El pacifismo antinuclear de la década del 60 y 70 fue incorporando temas ambientales, etc.
b)      Amplificación: resaltar o sobrecargar importancia de valores o creencias ya instaladas. Alterar jerarquías o prioridades de públicos destinatarios: - de valores (olvidados, o reprimidos), persiguiendo la concientización; - de creencias claves interpeladas mediante slogans: de gravedad, de causalidad, de estereotipos de adversarios, de posibilidad de cambio, de necesidad y conveniencia de la movilización de protesta. Persiguen “optimismo” y “esquematización” o “sencillez” de comprensión. Ej.: la preponderancia del tema de violaciones a los DDHH en la transición democrática, luego del Nunca Más. Los movimientos de DDHH buscaron amplificar sobre la base de valores preexistentes y de la dramatización del reclamo, para que la agenda de la transición los tuviera en cuenta y no prosperara la impunidad.
c)      Extensión: cuando hay desacople o distancia entre los movimientos y los públicos destinatarios, nuevos públicos a los que se quiere sumar, etc. se apela a ideas, intereses, motivos secundarios para el movimiento pero importantes para los potenciales adherentes. Introduce temas “gancho”. Luego de la conquista de los derechos civiles, M. L. King intentó incorporar demandas económicas y sociales de igualdad salarial y acceso a la vivienda.
d)     Transformación: cambio o resignificación, innovación cognitiva, relectura y reinterpretación de la realidad. Sobre todo superar el paso de “lo aceptado como normal” al “rechazo por injusticia”. Atribuciones causales, culpables, enemigos. Los significados que intenta trasmitir el Movimiento están alejados de los que sostienen los destinatarios, esto implica que las operaciones simbólicas son complejas y buscan mutar los sistemas de creencias sociales. Generalmente es sostenido por los iniciadores del movimiento y por minorías activas. Ej. el movimiento por la igualdad racial en EEUU en la década del 50 intentó trastocar creencias muy arraigadas, lo mismo ocurrió con el movimiento abolicionista (antiesclavista) en sus inicios, el movimiento obrero, incluso nuestras Madres de Plaza de Mayo hasta el Nunca Más.
Todas estas operaciones de alineamiento se hacen en torno a tres tipos de contenidos de los marcos.
a)Diagnóstico: define problema, injusticia, agravio;
b) Pronóstico: anticipa consecuencias favorables de la intervención;
c) Motivación: alicientes, esperanzas y satisfacciones, aliento a la acción, la protesta, la organización y la lucha.  Este último es muy importante y parte del principio de la insuficiencia de la justificación intelectual como única motivación para la acción, que incluso puede entorpecer si se aleja de los esquemas cognitivos del público.
A su vez, la eficacia de los Marcos se mide por la “resonancia” que alude a la receptividad y apropiación de los destinatarios. Depende de tres factores.
a) Credibilidad empírica (evidencia y argumentación accesible);
b) Conmensurabilidad de la experiencia (depende a su vez del grado de afectación o lejanía con los problemas definidos);
c) Fidelidad narrativa a una herencia cultural compartida. En este punto se ve la importancia gramsciana del sentido común, tradiciones, folclore, creencias y sentir populares.

En mi texto (Artículo Gómez Enmarcamientos clasistas de la protesta) Uds. pueden ver un repaso histórico de las formas de enmarcar la protesta social desde la década del ’90 hasta el conflicto con el campo. Aquí lo que se ve es el contrapunto entre los enmarcamientos propuestos por los medios de comunicación y los que van ensayando los movimientos de bases populares. “Estallidos sociales”/”puebladas”; “piqueteros”/”desocupados”; “clientelismo”/”organización”; e incluso “piqueteros”/”cartoneros”, etc. van desfilando en una dialectica que muchas veces hace concesiones simbólicas y préstamos: el caso de los piqueteros es típico ya que es una identidad atribuida por los medios de comunicación que es retomada e intenta ser resignificada por los medios. Es importante el eje fundamental de todos los enmarcamientos que procuran establecer los medios masivos: la privación de agencia de las clases populares, especialmente de capacidad de agencia política. Las clases populares son investidas de legitimidad en tanto sujetos de necesidad, y en algunos casos de derecho, pero nunca como sujetos de voluntad política. Siempre tienen que aparecer como manipulados, engañados, sojuzgados, cautivos, etc. Siempre tiene que crearse el espacio simbólico para que alguien los ilustre, los libere, los redima, etc.


lunes, 5 de septiembre de 2016

Texto de apoyo y TP 5

Comenzamos en esta unidad con una serie de textos centrales para el pensamiento contemporáneao sobre las clases, que pueden brindar diversas herramientas conceptuales para analizar los procesos de movilización y lucha y se sugiere que sean tenidos en cuenta para el diseño y el análisis de los casos que Uds. van a abordar en sus trabajos finales.

Los textos de Giddens y Crompton señalan el conjunto de limitaciones con que se topan los planteos clásicos herederos de Weber y Marx en la evolución de los capitalismos avanzados, sobre todo a partir de los años ’60. En mi texto "Las muertes del concepto de clase" (Gomez, 2014) se resumen los factores epistemológicos, filosóficos e históricos que atentan contra la vigencia y vitalidad del análisis de clases. Las tendencias a la despolarización de la estructura de clases, el crecimiento de los sectores de servicios y del trabajo no manual, el abandono del trabajo como fuente de identidad y de pertenencia colectiva, las orientaciones culturales consumistas e individualistas, la incidencia de diferenciaciones raciales y de género, el surgimiento de actores políticos transclasistas (ecologistas, pacifistas), el desclasamiento del voto (apoyo electoral de clases obreras a conservadores), etc. pueden resumirse en tres grandes procesos que debilitan el análisis de clase: el “pos industrialismo”, el “pos fordismo” y el “pos modernismo”.

El esquema giddensiano que apela a los procesos de estructuración de clase puede decirse que constituyeron el último gran esfuerzo de enfrentar estos problemas con las herramientas legadas por los clásicos. La solución de Giddens es simplemente pensar las clases como capas de determinaciones sociales que empiezan por el mercado de trabajo (estructura de clase), siguen en los factores comunitarios y demográficos (formación de clase) y terminan en aspectos de status y prestigio, sentidos de pertenencia e identidad (conciencia de clase), desde los cuales se podría entender el papel de la lucha de clases. Giddens hace un verdadero melting pot que mezcla todo y así multiplica las dificultades más que subsanarlas.
Los enfoques contemporáneos que parten de Olin Wright y Bourdieu (ambos tienen antecedentes en Poulantzas el primero y en Norbert Elías el segundo) comienzan a modificar o abandonar de manera ostensible los parámetros de la tradición marxiana y weberiana y en este sentido podría decirse que inauguran una etapa posclásica.

O. Wright avanza en un modelo de determinación global que categoriza las relaciones entre estructuras económicas y políticas con la lucha de clases. Podríamos decir que los aportes sustantivos a este respecto son dos: 1) lejos de la tradición clásica, la lucha de clases no se deriva del mercado o las relaciones de producción, sino que establece una serie de relaciones de limitación y transformación. La lucha de clases no permanece como efecto exterior a la estructura sino que es la forma misma del proceso de transformación de la estructura. El “secretillo” del esquema de O. Wright es que si la estructura económica puede establecer un límite de compatibilidad funcional a otras estructuras, no puede establecerlo sobre la lucha de clases. La lucha de clases está limitada por las estructuras pero solo en términos de lo que no puede ocurrir, lo que no es posible, siendo “libre” frente a las estructuras, es decir puede transformarlas.  Las estructuras sin dudas introducen limitaciones a la lucha de clases pero no al punto de que la lucha de clases no pueda incidir sobre las mismas estructuras que la limitan. En este planteo la lucha de clases recupera un poder transformador sobre las estructuras que dejan de ser las tiranas teóricas del enfoque clasista.
2) Además las relaciones de limitación (que en los planteos clásicos era la única reconocida) entran en no correspondencia con los de reproducción. Una estructura económica puede establecer límites de variabilidad a las estructuras políticas y la lucha de clases pero ello no garantiza que las intervenciones políticas y la lucha de clases asuman un papel no reproductivo y de mediación o transformación de las mismas estructuras.

El otro de los aportes rupturistas en lo teórico de este autor es la idea extraordinaria de que las clases medias tienen posiciones estructuralmente ambiguas o contradictorias pero no por ello dejan de ser clases. Las clases medias no pertenecen a un modo sino que cruzan dos modos de producción: el mercantil simple y el capitalista.  Asimismo es importante el análisis de los tres procesos contemporáneos que inciden en los procesos de establecer fronteras de clase entre las clases medias: la pérdida de control en el proceso de trabajo, la diferenciación de funciones del capital entre propiedad y gestión, y las jerarquías de autoridad y las formas de control técnico impersonal.

También es novedoso el planteo de diferenciar interés de clase y capacidades de clase (estructurales y organizativas), abriendo conceptualmente la cuestión del proceso de formación de clase que, a su vez, es objeto mismo de la lucha de clases. Es decir, siembra las bases de la politización y deseconomización de la lucha de clases: las mismas  capacidades de clase no son derivaciones directas de la posición económica de clase sino que son objeto y producto  de la lucha de clase misma.
También es importante la discusión sobre el concepto de explotación, que es un tradicional pilar de las teorías clásicas. Aquí se ve algo poco señalado: la explotación supone niveles de dependencia recíproca entre explotador y explotado, a diferencia de las relaciones de opresión. Es clásico el planteo de Wright en tanto que clase se sigue refiriendo a relaciones de explotación y no de opresión pero, no obstante, las relaciones de dominación de clase (regulan el nivel de esta interdependencia o reciprocidad) son importantes aunque subordinadas a la explotación.

También son aportes muy sugestivos la manera de caracterizar el poder de clase como en tres dimensiones situacional, institucional o sistémico.  Sintéticamente el primero es el poder de dar órdenes a los actores para que actúen de determinada manera (poder positivo), el segundo es el poder de excluir o quitar de la agenda, de la consideración, determinadas acciones (poder negativo) y el tercero es lograr que las reglas de juego que destribuyen posibilidades de ejercer los otros dos tipos de poder sean sesgadas a favor de la propia clase. Este tipo de poder sistémico es en cierto punto invisible y controla lo que es pensable políticamente para las posiciones de clase subordinadas. Las luchas de clase siempre son tridimensionales y afectan estas tres dimensiones con dominancias cambiantes: hay una lucha liberal/ “progresista”/”populista”  el poder positivo, una lucha reformista/conservadora por el poder institucional y una revolucionaria/reaccionaria por el poder sistémico.
No es menos novedoso el planteo de P. Bourdieu en el Cap. 2 de ese clásico de la sociología de la cultura que es La Distinción. Allí se establecen con gran fuerza los conceptos analíticos del “espacio social”, es decir, el locus sobre el que se hacen inteligibles las clases sociales. En este capítulo Bourdieu desarrolla una teoría de las clases sociales sobre las nociones de habitus, campo y especies de capital que intenta superar las limitaciones metodológicas y analíticas de los planteos empiristas, marxistas, etc. El procedimiento constructivo adoptado asume la forma de una topografía móvil o de mapa dinámico en el que se intersectan los planos sincrónicos estucturales y diacrónicos tendenciales.

La problemática de las clases es definida como aquella búsqueda de explicación de distribuciones de bienes y prácticas, aclarando dos cosas: a) que los  bienes no son objetividades dadas sino que se inscriben en usos sociales asociados a estilos de vida, donde los productos son también productos de las disposiciones de los agentes (formas de percepción, acción y apreciación) ; y b) las prácticas no son puras elecciones voluntarias y concientes indeterminadas sino que deben ser comprendidas no como simples efectos mecánicos de la posesión de capital objetivado social y económico, sino también como estructuradas a través de habitus (capital incorporado) y en relación a las fuerzas y tensiones que atraviesan los campos específicos en donde se ponen en juego. No solamente las condiciones homogéneas de existencia, sino también las disposiciones incorporadas en los agentes explican la similitud de prácticas.  Además, los mecanismos de acceso a las posiciones de clase seleccionan en múltiples formas visibles o enmascaradas según criterios de evaluación de disposiciones muchas veces “secundarias” . La dialéctica entre la posesión y la disposición es el dispositivo teórico mediante el cual Bourdieu intenta develar la eficacia “objetiva” de las clases sociales.
La causalidad propia de la determinación clasista asume una forma “estructural” y no “lineal” que obliga a indagar cómo cada factor (edad, sexo, residencia, etc.) y tipo de capital es mediado por los otros.  Así Bourdieu presenta un espacio social de constitución de clases, construido en dos dimensiones de tres series: volumen, estructura (composición por tipo) y evolución del capital; y capital económico, social y cultural. Estos espacios ofrecen relaciones variables de congruencia y simetría. Desde grupos que comparten altos volúmenes de todos los tipos de capital y son fundamentalmente estables en su composición y permanencia futura, y otros grupos que ofrecen disparidades notables y fuertes inestabilidades. Diversas fracciones de la pequeño burguesía son ejemplos de estos últimos. La evidencia empírica muestra que dentro de diversas clases y fracciones existe una relación inversa entre capital económico y capital escolar y cultural. Las burguesía en sus fracciones superiores se independiza de las exigencias de la adquisición de capital cultural, y en cambio la pequeña burguesía y los profesionales depositan en él su esperanza de sostenimiento y ascenso social.

La contribución más rica del texto es la que analiza las trayectorias, el dinamismo de los campos considerados y las estrategias de los agentes. Todos los grupos tienden a una doble  lucha: para mantener y acrecentar el valor de la especie mayoritaria de capital propio, y por la prevalencia de los criterios de valorización más favorables a ellos en cada campo.  Este es un cuarto tipo de capital: el capital simbólico que viene anexo a todas las otras formas de capital.  Hay que luchar por la distribución de cada forma de capital y también por la vigencia, el reconocimiento por parte del resto de los agentes y la legitimidad del propio valor del capital apropiado.
Una de las estrategias de los agentes es la movilidad de capital que puede ser vertical cuando es ascenso/descenso dentro del mismo tipo de capital. Pero las más interesantes son  las que implican un desplazamiento transversal, es decir, entre campos distintos que obliga a establecer una reconversión de valor entre el capital poseído y el capital que se adquiere con él. Es en este sentido que juega la idea de “inversión” como apuesta a un juego de valorizaciones. A ello lo llama procesos de “conversión” y son cruciales a la hora de entender las luchas en el espacio social: los agentes tienen estrategias de “apuesta” a ganar espacios en diversos campos mediante la conversión de un tipo de capital en otro.

En este esquema explicativo, el autor estudia uno de los fenómenos más interesantes del campo cultural: la superproducción de títulos, la democratización de la enseñanza superior y la devaluación del capital cultural escolarizado.
Las estrategias de aumento del capital escolar, aumentando la inversión económica de las familias en educación, chocan con el efecto de pérdida de valor de mercado de los mismos títulos alcanzados. Bourdieu describe el efecto de alodoxia como un autoengaño que retrasa la percepción real del valor objetivo de los títulos, ya que los habitus incorporados siguen aplicando formas de apreciación ancladas en su tiempo de adquisición y no en la situación de mercado actual. Es por ello que la expansión de la distribución de capital cultural escolar se acompaña de una “generación engañada” que no puede alcanzar las expectativas prometidas asociadas a su inversión en esta especie de capital, dando lugar a procesos de desclasamiento o al riesgo de de desviarse por debajo de las trayectorias esperadas. Los sectores de la pequeño burguesía son particularmente sensibles a estas amenazas y ante ellas ponen en práctica estrategias de movilización no solo de su capital social, sino también de búsquedas de posiciones accesibles y acomodamientos que redefinen profesiones y puestos de trabajo. Así, los campos laborales más nuevos, más dipersos y menos codificados dan oportunidades a una gama variada y flexible de empleos semiburgueses vinculados a los servicios personales, medios de comunicación, entretenimiento, cultura y a todas las formas novedosas de ejercicio de la dominación suave y la integración simbólica de las clases subordinadas.

Los procesos de devaluación de títulos generalmente adoptan la forma invisible e insensible y suave que maximiza el efecto de alodoxia multiplicando los errores de apreciación que no tardan en convertirse en crisis personales. Las transformaciones del campo escolar apelan a tres mecanismos de filtrado de las estrategias de ascenso de estos sectores: eliminación suave o rezago progresivo, relegamiento a circuitos educativos explícitamente desvalorizados, y devaluación del valor del título. Si todo esto no fuera suficiente siempre quedan los mecanismos de exclusión, discriminación, selección, cupos, patronazgo, etc. con el que  se preservan espacios y monopolios de oportunidades.
Las estrategias de los grupos y las respuestas de los que disputan con ellos van generando efectos de deformación de la estructura o de traslación de estructuras por la cual las distancias jerárquicas entre posiciones se mantienen no a pesar, sino justamente en virtud de los cambios en las acciones y disposiciones de los grupos. Las propiedades ordinales de los campos se conservan mediante cambios en sus propiedades cardinales (posicionales), concluirá Bourdieu que, sin embargo, termina alentando expectativas de cambios estructurales por los efectos de una crisis de frustración de expectativas generalizadas.

El indudable defecto de la gigantesca contribución de Bourdieu es su omisión a la lucha y el conflicto. Si bien él las considera conceptualmente en la dimensión analítica de la “historia” del campo en particular, en sus investigaciones empíricas brillan por su ausencia y los campos aparecen como espacios sociales rígidos y carentes de tensión. No obstante, los conceptos de Bourdieu son casi insustituibles a la hora de pensar un análisis de la lucha desde una perspectiva clasista.
Por último tenemos los textos de Gouldner y Goldthorpe como dos de los principales teóricos de la emergencia de la clase media.  El primero tributario de las teorías del posindustrialismo y la tecnoestructura directamente tiende a considerar a las clases medias como los verdaderos soportes de la sociedad contemporánea y en fuerte disputa con las viejas clases propietarias. Aunque en muchos sentidos este planteo haya envejecido notablemente (la concentración de ingresos y propiedad en el capitalismo global actual refuta claramente sus análisis) no deja de llamar a la reflexión algunos de sus señalamientos históricos. Considero que el Codigo de Discurso Crítico sigue siendo un lenguaje  universal de las clases medias basadas en el saber y la competencia técnica y humanística.  Además también tiene considerable asidero histórico que el papel de las clases medias en los procesos de cambio social ha sido siempre importante.

Goldthorpe (texto optativo) es un analista de la estructura de clases en el primer mundo y sus hallazgos empíricos hacia finales de los ’80 llevaron a posar la atención en el fenómeno llamado de las “clases de servicios” caracterizadas por evadir algunas de los rasgos propios de las relaciones laborales de asalariados. A la manera de una “incrustación” estamental en el medio de las organizaciones corporativas económicas más modernas, las clases de servicios (gerentes, desarrolladores, técnicos expertos,  etc.) se caracterizan por elevados grados de autonomía en el trabajo, fuertes identidades y sentidos de pertenencia profesionales, bajo compromiso con las organizaciones, son beneficiarios de relaciones de confianza por parte de los propietarios y accionistas, y también tienen expectativas de seguridad y estímulos diferenciales o expectativas de “privilegios” prospectivos (carrera profesional o ejecutiva, muchas veces honorarios en vez de salario, etc.). Los señalamientos de que estos sectores tienen un amplio reclutamiento de origen popular (merced a la inversión en capital y credenciales educativas) y que podrían ser la base de cuestionamientos al sistema, sostener orientaciones contraculturales y conductas de radicalismo político, no dejan de ser interesantes ya que hay suficientes estudios que localizan la presencia de este tipo de agentes sociales en los movimientos sociales ecologistas, pacificistas, contraculturales, feministas, etc.

TRABAJO PRÁCTICO 

Elija una consigna de cada autor.

Crompton y Giddens

Elija una.
1)      De acuerdo a los problemas sobre el análisis de clase que plantea Crompton en su artículo ¿cómo analizaría la conformación de clase de los participantes de la Marcha del 7 de agosto?
2)      De ejemplos de "factores inmediatos" y "factores mediatos" que hubiesen afectado la composición de clases en nuestro país durante la última década. (Giddens)

O. Wright

Elija una.

1)      Utilice el esquema propuesto por O. Wright acerca de cómo interpretar el papel de la lucha de clases para procesos históricos de Argentina o A. Latina.  ¿Qué tipos de mecanismos de mediación y transformación ejerce o ejerció la lucha de clases en el contexto de Argentina y A. Latina?
2)      ¿Cuáles han sido las capacidades estructurales y organizativas desarrolladas por las clases medias en nuestra historia reciente?

Bourdieu

Hutus y Tusis: Las raíces
1-      Utilizando el siguiente extracto sobre el genocidio en Ruanda de 1994 y en relación a la teoría relacional de P. Bourdie,  explique :
2-      En qué campo de la estructura social interactúan hutus y tutsis?
3-      Cómo se produce el proceso de enclasamiento ?
4-      Por qué tipos de recursos del campo en el que establecen el juego por la transformación de la estructura social, compiten los agentes en cuestión?
5-      Explique con sus palabras el proceso de lucha y conflicto entre hutus y tutsis y que podría decir la teoría de Bourdieu  al respecto.


Cuando estallaron en Ruanda los primeros conflictos entre hutus y tutsis, descubrimos con horror, que en realidad no se trataba de un conflicto de carácter étnico, o tribal. Hutus y tutsis no pertenecen a etnias distintas, hablan la misma lengua, apenas resultan distinguibles en el plano somático y durante siglos han compartido las mismas instituciones políticas. Fueron los misioneros y colonizadores europeos quienes interpretaron a estos dos grupos sociales como poblaciones distintas. Hutus y tutsis quedaron de este modo “etnicizados” por los belgas y han luchado entre ellos como si fueran diferentes. Las trágicas paradojas, de la guerra de Ruanda -las paradojas de la etnicidad artificial y de la tradición inventada- no acaban aquí. En 1930 los colonos belgas habían previsto realizar un censo con el fin de proporcionar un documento de identidad; en él se indicaba si la persona era tutsi, hutu o twa (pigmeo). Puesto que no era posible distinguir somáticamente a un hutu de un tutsi, lo mismo que era imposible efectuar la distinción sobre una base lingüística, se decidió adoptar como criterio étnico discriminante el número de reses que poseía cada uno. La posesión de ganado bovino, seguía siendo en efecto un indicador de prestigio para la población local: Los belgas lo transformaron en criterio de etnicidad, evidentemente sobreentendiendo que solo los individuos de raza tutsi, podían poseer un número suficiente de reses. Se decidió así que a los individuos varones que poseían diez o más bueyes había que considerarlo tutsis; los demás que no tenían un número inferior de animales, o no tenia ninguno, serían considerados hutus. Estos son los orígenes del genocidio de Ruanda de 1994. Aquel año, las tribus rivales de hutus y tutsis se lanzaron a una guerra sin cuartel. La masacre acabó con la vida de alrededor de un millón de personas. Los tutsis no son pastores ni nómadas, ni siquiera ganaderos. Son dueños de los rebaños, son la casta dominante, la aristocracia. Los hutus, en cambio, forman la casta, mucho más numerosa, de los agricultores. Entre hutus y tutsis dominaban unas relaciones feudales: el tutsi era el señor y el hutu su vasallo. De un lado tenemos vacas en poderosa expansión- símbolo de la riqueza y fuerza de los tutsis- y de otro, unos hutus presionados y acorralados: no hay sitio, no hay tierra suficiente, alguien tiene que marcharse o morir. He aquí el panorama de Ruanda en los años cincuenta, cuando en escena aparecen los Belgas. Hasta entonces, los belgas habían gobernado Ruanda apoyándose en los tutsis. Pero éstos forman la capa más instruida y ambiciosa de Ruanda, y son precisamente ellos los que exigen la independencia, cosa para la que los belgas no están preparados en absoluto. Así que Bruselas, bruscamente, cambia de táctica: abandona a los tutsis y empieza apoyar a los hutus, más sumisos y dispuestos a compromisos. Comienza por iniciarlos contra los tutsis. Los efectos de tal política no se hacen esperar. Los hutus, animados y envalentonados, se lanzan a la lucha. En 1959 estalla en Ruanda una sublevación campesina (...). Nutridos grupos de campesinos hutus, desbocados y armados con machetes, azadas y lanzas, se abalanzaron, como un vendaval incontrolado, sobre sus amos y señores tutsis. Había dado comienzo una gran masacre, que África no había visto en mucho tiempo. Los campesinos quemaban las fincas de sus amos y a ellos mismos los degollaban y les rompían el cráneo. Ruanda estaba en llamas y la sangre corría a raudales. La monarquía y el feudalismo dejaron de existir y la casta tutsi perdió su posición dominante. Tanto hutus como tutsis despiertan de aquella revolución como de una pesadilla. Unos y otros han pasado por el trance de una masacre….